jueves, 2 de abril de 2009

DEDICADA A MI AMIGA SOLEDAD

En un cercano y oscuro continente, existe una niña cuya nombre es Esperanza. Tez oscura, pies agrietados, ojos llorosos y alma pura, son sus identificaciones. Sólo eso, sin pasaporte, sin otra identificación, apenas un noble y pequeño corazón y unas manos agrietadas por el trabajo a sus apenas nueve años. Así es mi amiga Esperanza.

Esperanza no entiende porqué ha de caminar tres horas cada día para traer un poco de agua a su humilde morada. Sueña con asistir algún día a un colegio. Blanca dentadura y ojos profundos, de mirada dulce, son las reseñas más sobresalientes de su angelical rostro. Así es Esperanza.

Su estomago le duele por estar vacío. Su gastada ropa, es castigada por el sol. No tiene otra vestimenta y orgullosa la exhibe. Su pequeña sari es de colores muy vivos y llamativos, que se confunden con una profunda mirada y tan profunda como las raíces de África, un continente que se muere lentamente aunque se resiste a aceptarlo.

Ya sus padres han muerto. La dejaron sola para que con la ayuda de su senil abuela, sigan adelante y algún día, alguien se recuerde que existen, que lloran en silencio y que sus gritos regresan al chocar con el muro de la indiferencia.

No asisten, ni Esperanza ni la abuela Soledad, a cumbres continentales, no hay televisores, no hay comunicaciones con ese otro mundo exterior. Ese otro mundo que hoy se ahoga, entre las burbujas del champagne y el derrumbe bursátil que fue devorado por algunos depredadores banqueros. Sólo hay silencio y susurro entre el aire de la noche africana, a la luz de una tenue vela. Esa pequeña llama, es su hilo comunicante, con su soñado mundo exterior.

Soledad y Esperanza - aún así - dejan ver sus blancas sonrisas y se dan ánimo mutuamente, cantando cantares, de una historia milenaria y de un continente que agoniza. Aspiran que alguien las visite para ofrecerles algo de su comida y compartirla en compañía. Aún esperan. Nunca llegaron pero siguen esperando.

La noche tiene paz. Mañana será igual que ayer. Sólo, que hay que buscar mañana nuevamente el agua para seguir viviendo, un día tras otro. A veces se recuerda de sus tíos que se llaman NAVEGANTE y AZAR. Ambos partieron desde la orilla del mar de todos, aquella noche, en una pequeña barcaza, a no se sabe a donde. Jamás volvieron, aunque sí prometieron venir a buscarlas. Ellas lo creen.

Esperanza y Soledad siguen cantando y esperando. Sus corazones siguen latiendo.

Autor : ANGEL MARCOS
02 de abril de 2009